Ciudad Madero Tam,-Mientras la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, recorría el Hospital Civil de Ciudad Madero —ahora IMSS-Bienestar— para supervisar avances del nuevo modelo de salud pública, el sur de Tamaulipas fue escenario de un episodio lamentable: el diputado local Claudio de Leija Hinojosa protagonizó un acto de prepotencia que evidenció, una vez más, su incapacidad para representar con dignidad al Congreso del Estado.
En uno de los filtros de seguridad del evento presidencial, el legislador —quien ha estado ausente por más de un mes en sesiones legislativas, al parecer por motivos de salud— explotó con gritos e insultos al no ser reconocido por los elementos de seguridad encargados del acceso. Acompañado del senador José Ramón Gómez Leal, De Leija exigió trato preferencial, subrayando su cargo como diputado local, como si eso fuera salvoconducto suficiente para violar protocolos establecidos por la Presidencia de la República.
El episodio no pasó desapercibido.
Aunque los encargados del filtro optaron por dejarlo ingresar —más por tolerancia que por deferencia—, la escena quedó como una de esas postales que reflejan lo peor de la clase política: protagonismo sin sustancia, autoridad sin méritos, ego sin resultados.
Un viejo guión: excusas, ausencias y exhibicionismo
Claudio de Leija no es un desconocido en la política local. Ha sido candidato perdedor en múltiples ocasiones y su paso por el Congreso ha sido más bien anecdótico: poca o nula productividad legislativa, ausencias constantes y un interés evidente por los reflectores más que por el debate o la gestión pública.
Su actitud en Madero no fue un desliz aislado, sino una conducta repetida. Basta revisar su historial para encontrar un patrón: conflictos innecesarios, reclamos altisonantes, desplantes de soberbia y escasa disposición al diálogo. Todo ello configura a un político sin oficio ni vocación de servicio, atrapado en el espejismo de un cargo que cree más como un privilegio que como una responsabilidad.
Un espejo incómodo para la política tamaulipeca
Este incidente va más allá de lo anecdótico. Revela el tipo de figuras que aún ocupan espacios en el poder: políticos de piel delgada, sin capacidad de autocrítica, y con una visión patrimonialista del servicio público. Claudio de Leija no solo mostró falta de temple, mostró desprecio por el protocolo, por la institucionalidad, y por la figura presidencial misma, al interrumpir con una escena innecesaria un acto oficial.
Peor aún: mientras la presidenta hablaba de salud pública, de atención a adultos mayores y de amor al pueblo, el diputado local ofrecía una imagen opuesta —la del político ensimismado, incapaz de entender que en democracia no hay títulos que valgan más que el respeto por la ley.
Conclusión: la política no necesita más Claudio de Leijas
Tamaulipas tiene desafíos enormes: seguridad, educación, salud, desarrollo económico. Lo que menos necesita es a representantes públicos que confundan autoridad con arrogancia. La escena en Madero pasará, pero deja un recordatorio claro: la verdadera dignidad política no se impone a gritos, se construye con resultados.
Y de eso, Claudio de Leija sigue quedando a deber.
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