.Cd. Victoria, Tamaulipas – En un rincón olvidado de la ciudad, entre goteras, soledad y una silla de ruedas que ya parece extensión de su cuerpo, vive doña Carmen Castillo Zuñiga, una mujer adulta mayor que hoy alza la voz porque siente que ya nadie la escucha.
“El agua se metió, me mojé toda. Se me mojó la cama, el cuarto, todo. Una señora me ayudó, cambió el colchón… pero ya está. De ahí nadie más”, cuenta entre pausas, con la mirada clavada en el suelo y la dignidad erguida en su voz.Carmen no sólo vive con movilidad reducida; también enfrenta el abandono de sus hijos y la indiferencia institucional.
En su testimonio relata que acudió al DIF Municipal y al Estatal en busca de ayuda, pero no recibió respuesta. “Me dijeron que me mandarían al DIF Estatal… nunca pasó. Estoy completamente sola”, dice con resignación.Su historia es un reflejo de lo que muchas personas mayores viven en silencio: la invisibilidad. Carmen sufrió una caída hace tres años.
Fue operada, pero su cuerpo rechazó los clavos y alambres en la cadera. Una segunda operación tampoco le dio alivio. Hoy, su prótesis está dañada y, entre excusas médicas y familiares, nadie le ofrece una solución.“Tengo hijos… uno en Matamoros, otro aquí.
Ninguno me ayuda, ni moral ni económicamente. Nada. Estoy sola, abandonada”, confiesa con un nudo en la garganta.Su situación empeoró con las lluvias recientes: humedad, falta de accesos, riesgos sanitarios, y el temor constante a una nueva caída. A pesar de todo, no pierde la esperanza. Pide ayuda, pero también justicia. Que alguien la vea, que alguien la escuche.“
Tengo muchas cosas que decir… pero esto es solo una parte. Por favor, necesito que me apoyen”, concluye Carmen, dejando claro que su historia no debe terminar aquí.
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