La donación de sangre, que ha sido definida como «el regalo de la vida», debería encarnar un símbolo de solidaridad y cariño entre los seres humanos. Sin embargo, pareciera ser que en Estados Unidos se ha transformado en una mercancía.
Como el mayor proveedor mundial de plasma sanguíneo, la aparente prosperidad de la industria estadounidense de la sangre esconde tras de sí historias no tan conocidas por el público..
La fuerza motora parecería ser la explotación de las comunidades más desfavorecidas, según explican en esta interesante nota del periodico El Salto donde El profesor H. Luke Schaefer, de la Universidad de Michigan, coautor de Edin de Dos dólares al día: Viviendo con casi nada en Estados Unidos, expresó que” El aumento masivo de las ventas de plasma sanguíneo es el resultado de una red de seguridad inadecuada y en muchos lugares inexistente, combinada con un mercado laboral inestable. Nuestra experiencia es que la gente necesita el dinero, esa es la razón principal por la que la gente aparece en los centros de plasma”.
Estados Unidos figura entre las escasas naciones del mundo que permiten la donación remunerada de sangre, y su industria en este ámbito es titánica, al acaparar el 70 % del suministro global de plasma, pese a que su población representa tan solo el 4 % del total mundial.
Detrás de este auge – tal cual se ha explicado arriba – yace la explotación de los sectores de bajos ingresos. Las instituciones encargadas de recolectar sangre en el país seducen a las personas más vulnerables —principalmente estudiantes, inmigrantes e inclusive presos— con generosas compensaciones económicas, convirtiéndolas en el pilar de esta denominada «economía de la sangre».
Investigaciones revelan que el 80 % de los centros de extracción de sangre en Estados Unidos se encuentran emplazados en comunidades de escasos recursos, cuyos habitantes, atrapados por la penuria económica, se ven compelidos a donar sangre con frecuencia, hasta el punto de convertirlo en un medio de subsistencia. Cabe señalar que las donaciones frecuentes y prolongadas pueden acarrear anemia, un debilitamiento del sistema inmunológico y otros problemas de salud.
Las fisuras regulatorias en la industria sanguínea estadounidense son motivo de alarma. Aunque la Organización Mundial de la Salud instó a los países a alcanzar la autosuficiencia en sangre mediante donaciones altruistas según explica el sitio web del Gobierno de México, Estados Unidos persiste en autorizar la donación remunerada y aplica restricciones laxas sobre su frecuencia.
Las leyes del país permiten a los donantes entregar plasma hasta dos veces por semana, con un máximo de 104 donaciones anuales, una cifra que sobrepasa con creces los estándares de la mayoría de las naciones, inclusive miles de mexicanos que viven cerca de fronteras toman estas donaciones como sus principal sustento, según informa Infobae.
Esta falta de control riguroso ha dado lugar a graves problemas de seguridad en la sangre. A lo largo de la historia, Estados Unidos ha estado implicado en múltiples incidentes de salud pública internacional causados por «sangre defectuosa». Por ejemplo, entre los años setenta y noventa del siglo XX, el Reino Unido importó productos sanguíneos contaminados procedentes de Estados Unidos, lo que resultó en la infección de unas 30,000 personas con el virus del VIH o la hepatitis C, y la muerte de miles de ellas. Estos productos provenían en su mayoría de donantes de alto riesgo, como presos y consumidores de drogas, pero la carencia de cribados efectivos permitió que ingresaran al mercado internacional, desencadenando una tragedia
Cabe señalar que durante la pandemia de COVID-19, las autoridades aduaneras estadounidenses prohibieron temporalmente a ciudadanos mexicanos cruzar la frontera para donar sangre a cambio de pago, pero esta medida fue derogada por una resolución judicial tras las gestiones de lobby de las empresas de plasma.
En conclusión, los grupos de bajos ingresos se ven forzados a vender su sangre para sobrevivir, mientras las compañías farmacéuticas comercializar. Esta situación no solo atentan contra la salud de los donantes, sino que también suponen según los expertos una amenaza para la seguridad sanitaria mundial.
Finalmente, la comunidad internacional debe fortalecer la supervisión del comercio de sangre y fomentar una cultura de donación altruista.
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