Para todo fin práctico, mis caros lectora, lector, en Tamaulipas, hoy lunes 09 de enero, empieza a normalizarse la actividad de servicio público y gubernamental, pero inmersos en una veda electoral de 50 días, que inició el pasado 28 de diciembre, donde según el INE no deberá haber difusión o cobertura mediática relacionada con las instancias de gobierno, ni se podrá publicitar logros de los programas oficiales, en razón de la elección extraordinaria de Senador. Oh, sí.
Y a propósito de las tres campañas proselitistas, mis valedores, que no prenden y han sido clasificadas ya como ‘potables’ (sin color, sin sabor, sin olor); es decir, se aprecian incoloras, inodoras y sobre todo insípidas; sin emoción política alguna, con narrativas sin contexto, que sólo mueven a bostezo y desaprobatorios giros de cabeza, provocando una media sonrisa, indicativa de pena ajena. ¡Auch!
Sin duda, mis apreciadísimos, aún aceptando el pronóstico pesimista del INE: un 15% de participación ciudadana en las urnas, todas las encuestas dan como candidato triunfador el domingo 19 de febrero -y futuro Senador- a José Ramón, JR, Gómez Leal, gracias al posicionamiento actual de la marca MORENA, la popularidad avasallante de AMLO, el ‘Amor con amor se paga’ de los programas federales de Bienestar y, como cereza de pastel, la positiva actuación de los 100 días de administración estatal, bajo el firme timón con sentido humanista del Gobernador AVA, quien ha surfeado con mucho temple la cresta del increíble desastre heredado por el prófugo ex gobernador CDV, de triste memoria. Ufff.
De tal forma, mis campeones, que otorgando la duda razonable de que a nivel estatal, los candidatos nos brindarán positivas sorpresas en sus campañas y mientras tanto, en la instancia federal, allá en el altiplano, en la CdMx, siguen los traspiés rumbo al ’24 de la Dra. Sheinbaum, vía el Sistema de Transporte Colectivo (STC), vulgo Metro, entre colapsos anteriores y reciente encontronazo por alcance en la Líneĺa 3; además los reflectores de los medios internacionales se posan en la Cumbre de América del Norte, con la felíz noticia de que el arribo del Air Force One, que trasladó a Joe Biden, siempre sí se realizó en el flamante AIFA, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, donde fué recibido por el presidente López Obrador. Omaigad.
Lo mismo aconteció con Jill Biden, la primera Dama de EU, siendo recibida por Beatríz Gutiérrez Müller, la No primera Dama de México, esposa de AMLO, pero en la otra terminal áerea, el AICM.
Pues bien, mis campeones, por asociación de ideas y la reciente temporada decembrina, al recordar el mensaje de Navidad, que el día 24 emitió AMLO para todos, incluídos los adversarios, acompañado de su esposa Beatríz, flanqueando un Nacimiento Tzotzil, como una forma de tener presentes nuestras raíces de pueblos originarios, me llevó a recordar el acontecimiento insólito e inédito, del festejo de una Navidad realmente diferente, ocurrida en 1930, en la capital de país, siendo Presidente de México don Pascual Ortíz Rubio. Órale.
Dejen les cuento. En resumidas cuentas -así se decía antes- ésta historia tiene una curiosa mezcla de tradiciones religiosas, política con laicisímo furibundo, raíces náhuatl, sentimiento antiyanqui, más rescoldos de la lucha fraticida llamada Guerra Cristera que recién, en 1929, había terminado… y hasta el rechazo a la desmedida publicidad de una oscura bebida gaseosa, promocionada como «la chispa de la vida», de origen norteamericano y una figura emblemática que la anunciaba: Santa Claus.
Va el relato, según leímos en las crónicas de aquellos años.
Resulta, mis paisanos, que a un atildado y muy propio caballero, afanocito él, con nombre fifí: Don Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, quien se desempeñaba como Secretario de Educación Pública, tuvo una felíz ocurrencia y convenció al Presidente Ortíz Rubio de sustituir, en las fiestas de fin de año, la figura benefactora de la niñez capitalina, pero de origen extranjero: Santa Claus, por otra más propia y basada en la exhaltación de la mexicanidad… Quetzalcóatl.
Sí, mis fraternos, el mismo Quetzalcóatl, que nuestros antepasados tenían como el creador del cielo y la tierra y asociado a la vida, considerado uno de los dioses más importantes de la mitología mesoamericana.
En áquel México, durante la década de los 20 y principios de los 30 fue la época del nacionalismo revolucionario, la construcción de un nuevo Estado y la exaltación del amor desmedido por las raíces prehispánicas y las tradiciones que fueron plasmados por el movimiento cultural como el muralismo, musical y cinematográfico; el ¡Viva México!, con mariachi, pulque o tequila. Éso sí.
El caso es que ése año se tomó la decisión gubernamental de sustituir al anciano regordete, canoso y barbudo, enfundado en un llamativo traje rojo, enguantado, con su enorme costal de regalos infantiles y su interminable alborozo: ¡jo, jo, jo!, el ‘agringado’ Santa Claus por nuestro nativo y emplumado Quetzalcóatl. Sí, sólo faltó el Decreto presidencial.
Fué el 23 de diciembre de 1930, cuando doña Josefina Ortíz De Ayala, esposa de Ortíz Rubio y la primera Dama de entonces, presidió la gran fiesta de sustitución, en el recién inaugurado estadio Nacional, donde se entonó el himno nacional mexicano, ante una monumental pirámide erigida al centro de la cancha, como templo en honor a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, con procesión de sacerdotes aztecas y danzas autóctonas con sacerdotisas bailarinas, con motivos toltecas, que en vez de sacrificios, ofrendaron regalos, ropa, golosinas y juguetes a cerca de 20 mil infantes asistentes para festejar una navidad patrocinada por la Asociación Nacional de Protección de la Infancia, el ANPI, remoto antecedente del actual DIF. Recórcholis.
La celebración del singular festejo, que finalizó con la ejecución del Himno a Quetzalcóatl, recibió más criticas que elogios, de varios frentes, sobre todo los patrocinados por la jerarquía eclesiástica y los inversionistas extranjeros. ¡Ostia, tío!
Ésa sustitución de Santa Claus por Quetzalcóatl, resultó aciaga y fué «Debut y Despedida», ya que no se volvió a repetir y 15 meses después, por motivos políticos muy diferentes, entre otros el maximato de Elías Calles, el presidente Ortíz Rubio debió renunciar a la Presidencia de la República, el 2 de septiembre de 1932, pasando a la historia como el único mandatario de México que ha renunciado al cargo. Carancho.
Ello hasta éste 2023; quien sabe después, con eso que ahora existe la revocación de mandato. Rediez.
Vale. Dios bendiga a San Fernando (DBSF).
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