En otros tiempos quizá, la visita del titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, habría significado una luz al final del túnel en que se encuentra la Ciudad y desde luego todo el estado, sin embargo a estas alturas no representa más que las mismas promesas que se han venido dando desde hace casi seis años.
Si bien su presencia fue para recibir un homenaje-reconocimiento por parte del Estado, por la incuestionable labor de los elementos castrenses para aminorar el impacto delincuencial, el jefe militar también se dio tiempo para escuchar, por enésima vez, los reclamos de más eficiencia y el uso de estrategias de inteligencia para inhibir la nueva oleada de inseguridad.
Y es que los empresarios, que son sin duda los más afectados, si bien desean asegurar que ven con más optimismo el futuro accionar federal contra el secuestro y la extorsión, también están conscientes que las promesas tendrían más peso si hubiera estado presente quien encabezará la próxima administración estatal.
Desde luego que aligera la preocupación escuchar que los elementos militares no se irán en ningún momento, aunque aquí lo importante para el sector productivo es que los delitos de alto impacto se detengan y dejen de oprimir la economía local, que por otro lado resiente un cambio de administración envuelto en una importante baja de circulante.
El mismo día que marca el final de la administración egidista, el viernes 30, también la Capital cumple un semestre de sobresaltos y de una intranquilidad que ya comenzaba a verse lejana, ha sido tal vez el peor lapso violento que ha vivido la Ciudad porque la cifra de homicidios dolosos ya alcanzó los tres dígitos.
Insisto, en otros tiempos el discurso de un integrante del Gabinete de seguridad nos hubiera tranquilizado, pero ahora, con la disculpa anticipada de quienes integran el glorioso y respetable Ejército, es como un insípido atole con el dedo.
APUNTE.- Es tal vez uno de los personajes más odiados por quienes fueron víctimas de la dureza de sus decisiones, pero sobre todo aquellos que sufrieron su castigo favorito: enviar a los archivos a quienes no respetaban a sus superiores o bien a quienes le caían mal.
Sin embargo y aunque usted no lo crea Jaime Luis Laddaga Reséndez, quien seguramente ya debió renunciar a la dirección general de Recursos Humanos del Gobierno del Estado, goza de las simpatías de
quienes le agradecen haber puesto en su lugar a quienes se sentían más papistas que el Papa.
Desde luego que tuvo excesos como dejar a madres de familia sin permiso para ir por sus hijos a la escuelas, prohibir salidas de urgencia o bien supeditarlas a una notificación directa a su escritorio, mismas que por lo regular pasaban largo tiempo en espera.
Es cierto que Laddaga Reséndez ya se va, pero antes que él algunos jefes se libraron de empleados que querían hacer de todo menos obedecer y trabajar, lo peor vendrá para quienes por favores personales se les permitió usar las pistas de aterrizaje.
PENDIENTE.- Entre los aspirantes a dirigir la Sección 30 hay cartuchos quemados y otros nuevos, si la unidad de los tamaulipecos permitió un cambio radical en el mando gubernamental ¿lo tomarán de ejemplo los agremiados al SNTE?
Aquí los veo, leo y escucho: @JosdelCarmenPR / pr_jc@hotmail.com
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