Ayer en México se celebró El Día del Estudiante como homenaje a los universitarios que, en 1929, se lanzaron a huelga en favor de la autonomía de la ahora UNAM.
El registro de la historia dice que los alumnos fueron agredidos brutalmente por la policía capitalina, aún dentro de las instalaciones de la Escuela de Derecho, precisamente el 23 de mayo.
Los estudiantes como afrenta reclamaron que ese día fuera recordado como el Día del Estudiante en honor a los agredidos y que además, la plaza de Santo Domingo en la CDMX cambiara su nombre a Plaza 23 de Mayo o del Estudiante.
Un mes después de los hechos el gobierno federal autorizó la autonomía de esa Casa Máxima de Estudios en el país, y al paso del tiempo en otras entidades se crearon espacios físicos la relajación y el estudio llamándoseles “Jardines del Estudiante”, en honor a la lucha por la Autonomía Universitaria.
En los tiempos actuales, en Tamaulipas, la celebración se refiere a los niveles de secundaria, bachillerato y universitarios, aunque algunas instituciones están en receso del período de primavera-verano.
Los festejos regularmente se hacen a puerta cerrada en los planteles y con el alquiler de aparatos sofisticados de sonido donde se escucha música bailable del momento.
Se acabaron las serenatas estudiantiles que en este mes de mayo tradicionalmente se daban a las madres, a los maestros y a las novias de los Estudiantes.
El profesor Domingo Reyna Rodríguez (+) en un trabajo de investigación categorizó a Los Escuelantes, como aquellos jóvenes que se inscriben en una institución, pero que -sin causar baja- se presentan al final del semestre para acreditar un curso.
Los Escuelantes desoyen lo importante del trabajo colaborativo del equipo y del grupo en el sendero del saber. Además no presentan trabajos extraclase o evaluaciones parciales.
En este tema, toma sentido la denuncia que ayer, Día del Estudiante, se hizo no solo por las redes sociales sino por varios periódicos de internet sobre el caso del bachiller que agredió a golpes a su profesor que estaba sentado en la silla del escritorio en el aula.
Existen datos de identificación tanto del agresor como del agredido, identificando a un Colegio de Bachilleres en Tabasco, aunque considero que para análisis esos datos no son relevantes. Lo esencial es el hecho.
La agresión del estudiante a su profesor es trascendente porque, por desgracia, este no es un caso aislado. En México son varias las experiencias donde el profesor ha sido lastimado por uno o varios de sus alumnos.
El tema es delicado no solo por las heridas que estos jóvenes causan a los docentes, sino se han registrados hasta asesinatos de profesores en manos de estudiantes y eso es más delicado.
Me parece que las autoridades de la educación mexicana, incluyendo a las de Tamaulipas, debieran tomar cartas en el asunto e imitar a países de centro y Sudamérica que contemplan en su legislación castigos y tratamiento psicológico tanto para los agresores, como a sus padres e incluso cárcel para estos últimos.
Son varios los casos que están documentados donde las leyes protegen a los docentes incluso responsabilizando a los padres sobre el actuar violento de sus hijos, pero en
Tabasco, la última reforma a la ley de educación local, prohíben la expulsión del estudiante agresor recomendando solo tratamiento psicológico.
En el caso que se cita, no obstante, las autoridades del plantel prefirieron consultar su propia reglamentación y conforme al artículo 60, fracción III y 67, dieron de baja al menor inscrito apenas en el segundo semestre.
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